Lo teorizó Freud, lo cantó Gardel, lo escribió Le Pera y lo confirmó Edipo: siempre se vuelve al "prímer" amor: mamá. Pero el eterno retorno al eterno retoño que habita en nosotros no se limita al viaje del que fuimos en el que somos desde el ser al perecer. Parece ser que el niño polizón tiene poder de veto en nuestras futuras decisiones.
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