182 El par de jugadores que me falten o me sobren cuando termine de caer

Un tropezón puede ser el último: como dados jugándose la vida, rodamos por la escalera que creíamos dominar. Vislumbramos, y despedimos para siempre, los futuros posibles que vamos perdiendo con cada golpe, así como el par de jugadores que nos faltarán cuando dejemos de rodar. En el penúltimo escalón ya no querremos vivir a toda cosa: rogaremos al menos nuestros dos dedos de frente. Vivir para contarlo con lucidez.

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