La obra de Marcel Proust es en verdad un continente: de ella es posible obtener infinidad de nuevas historias afines, y éstas seguirán apareciendo a lo largo de la historia. Ese universo dentro de una obra contrasta con el de los medios de comunicación, en el que el tiempo parece no transcurrir jamás: es el tiempo perdido de la actualidad, que nunca llega a pertenecernos del todo.
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